Bajo
el gobierno porfiriano, promotor de un desarrollo en el que el país
vio transformar su vida y su fisonomía, época de aparente
bonanza en la que se hicieron posibles grandes proyectos y notables
adelantos, se gesta y construye uno de los monumentos más distintivos
de Salvatierra: "El Mercado Hidalgo".
Es
en 1910 cuando a iniciativa del entoces jefe político, Sr. Enrique
Montenegro se comienza la construcción de este soberbio edificio
que se concluyó hasta 1912 ocupando el lugar del otrora, jardín
de meditación del convento Carmelita.
De
planta basilical, el conjunto se compone de 5 naves, 3 interiores y
dos exteriores, la central y mayor está techada con estructura
metálica que en cierta forma fue uno de los símbolos del
progreso tecnológico en el porfiriato, orientado de oriente a
poniente, la fachada principal, presenta un fino trabajo en cantera
rosa estructurándose en dos cuerpos, ambos rematados por estilizados
frontones. El inferior y mayor, roto en su base, posee dentículos
gigantescos, seguramente producto de la mente ecléctica de la
época, el superior, de más discretas proporciones, se
apega más a los cánones grecorromanos.
El
carácter ecléctico del edificio es evidente en la diversidad
estilística de su composición; su acceso principal fanqueado
por dos vanos en platabanda apoyados sobre columnas libres, es un arco
de medio punto también apoyado sobre columnas libres, este espléndido
frontispicio se compone por tres calles formadas por cuatro robustas
pilastras de donde penden con elegancia cuatro guirnaldas; destacan
también los tableros imitando persianas y la elaborada guirnalda
del reloj.
El
mercado Hidalgo es además de un excelente ejemplo de la arquitectura
porfiriana, una aventura de olores, colores y sabores donde conviven
los rostros del México mestizo que nunca niega el arraigo de
su tradición.